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Un alma milenaria encerrada en un limitado cuerpo humano. Llena de sueños y conocimientos, siempre ansiosa de saber y hacer más. Mi mente es la puerta hacia miles, millones de mundos distintos y mi imaginación vuela por ellos con una facilidad asombrosa. Vivo y me implico en todo con pasión (mi mayor virtud y defecto).

viernes, 18 de diciembre de 2009

EL TRUEQUE (Lil Anderson intro II)

RECUERDOS DE UNIVERSIDAD

El calendario estaba a caballo entre Marzo y Abril cuando sucedió. Bueno...en realidad no pasó nada pero para mi fue importante.

Estaba en clase de...¿Anatomía? Creo que sí, no era específica de mi rama pero no está de más adquirir conocimientos, nunca se sabe cuando puedes necesitarlos. Me gustaba coger asignaturas de medicina, el funcionamiento del cuerpo humano me fascinaba y era divertido descubrir falsos mitos de la sabiduría popular.

Bueno el caso es que me incorporé tarde a esta asignatura (el horario se me pisaba con unas prácticas de laboratorio pero conseguí arreglarlo), ese día procuré llegar antes de tiempo para coger un buen sitio, dejé mi pesado maletín sobre la grada y me senté. Para aprovechar el tiempo, mientras llegaban los alumnos y el profesor, decidí sacar los apuntes y estudiar un poco ¡Que desastre! Los papeles salieron volando desparramados por la tarima cayendo a sus pies. Alcé la vista y ahí estaba tan guapo y encantador con sus gafas.
Debí ponerme colorada como un tomate por que noté como me ardían las mejillas. Muy amable recogió los folios y se sentó a mi lado “Tierra trágame”
-Toma- dijo mientras me entregaba el desordenado montón. Sonreí nerviosa -Gracias...-
Por su parte se puso a preparar los bártulos para la clase
-Perdona la grosería, no me he presentado, soy Virgil Valmont, encantado- tendió la mano esperando que la estrechara, tímidamente devolví el saludo-Lilian Anderson-
“¡Que manos tan bonitas y que suaves!” Temblé, en realidad toda su estampa era muy elegante, bien formado, estilizado de hombros anchos y piel pálida. Los rasgos de la cara eran finos, casi delicados y los enmarcaba un suave cabello lacio de reflejos rojizos. Creo que se notó que me quedé embobada, me atusé las patillas nerviosa y me puse a ordenar mi parte del pupitre.
-Perdona, estoy algo despistada, acabo de incorporarme y...-
-Ya decía yo que no me sonaba tu cara ¿Cual es tu especialidad?- Respondió animadamente ¿Sería posible que a alguien le interesara mi existencia?
-Mmmm... Ciencias. Ya sabes, experimentos, laboratorios...esas cosas- El joven arqueó las cejas sorprendido así que continué explicándome -Me...me gusta aprender cosas nuevas...hacer algo distinto de vez en cuando y bueno... anatomía me pareció interesante- Al instante desplegó una esplendida sonrisa “¡Oh, Dios!”, se me iba a salir el corazón del pecho, menudo palpito me dio
-Que calor hace en este aula ¿No?-

Poco a poco las gradas se habían ido llenando de estudiantes, llegó el maestro y comenzó la clase
-Muy bien señoras y señores; hoy comenzaremos con el tema 10: La reproducción- “¡Mierda!” sentía que podría prenderle fuego al asiento, nunca me había pasado algo así. Yo no era indiferente al atractivo de las personas, me habían gustado algunos y algunas compañeras de clase (tenía muy clara mi orientación sexual) pero... nunca con tal furor.
-Esto va a ser divertido, mira las caras de las chicas- Me susurró Virgil al oído, giré la cabeza y pude observar una oleada de pudor sonrojado, se me escapó una risita. No recordaba la última vez que me había reído.

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Estaba en un dilema ¿Que podía hacer? No tenía nadie a quien preguntarle ni contarle lo que me pasaba, bueno... estaba Virgil, pero precisamente era él el tema de la incertidumbre. No sabía muy bien como clasificarlo. Era lo mas parecido a un amigo que había tenido nunca pero a la vez despertaba en mí unos sentimientos que pasaban de lo más romántico a lo mas primario. Visto con perspectiva fui una tonta, apenas si hablábamos de nada, solo eramos compañeros de clase, él siempre era muy amable y en cierto modo atento, pero supongo que sería por educación o conveniencia. Me sentía tan sola que tan poca cosa para mi era un mundo.

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Un día nuestros nombres salieron de boca del profesor. Parte de la nota final dependía de un trabajo de grupo y nos había tocado juntos. “¡Genial! Más tiempo juntos” extrañamente ese día Virgil no fue a clase. En general todo, ese día, fue muy raro. Muchos cuchicheos en el aula y corrillos de cotillas por los pasillos. Creí estar paranoica, me daba la impresión de escuchar el nombre de Virgil entre toda aquella algarabía, que me miraban de reojo y me señalaban. Algo francamente incómodo, me olía a chamusquina. Finalmente Kathy, la “popularniñatocapelodepapá”, se acercó intentando hacerse la simpática conmigo (que falsa fue siempre).
-Esto...chica-
-Lil- Apunté molesta
-Perdona querida, tengo una cabeza malísima para los nombres. Ejem...hmmm, bueno...¿Tú...eres amiga de Valmont verdad?- La cosa pintaba cada vez peor. La forzada sonrisa de aquella pelusa estirada me desagradaba enormemente.
-Somos compañeros de clase, sí- Creo que no era la respuesta que esperaba por que empezó a atusarse el cabello de forma nerviosa.
-Mmmmm, ya. Esto y...¿Sabes por que no ha venido hoy?- No me estaba volviendo loca, realmente pasaba algo con Virgil ¿Pretendía reírse de mí? ¿Tanto se me notaba? No se había molestado lo más mínimo en disimular la malicia de sus palabras, ella ya sabía la respuesta pero quería ver mi cara al darme la noticia
-No, pero seguro que tú si- No se como fui capaz de fingir entereza, la incertidumbre me estaba matando. El grupito de lacayas reía tontamente mientras Kathy parecía estar empezando a saborear el momento (Maldita zorra envidiosa, todo su talento se acumulaba en el escote y la entrepierna)
-Vaya...es que...verás, esta mañana la hija de los Croix, Lucía, ha anunciado su compromiso con el heredero de otra familia de alcurnia... y claro... estamos preocupadas por que... creíamos que Virgil y ella eran novios-
“Touché”
-Pensé que se trataba de algo grave- No acerté a decir nada más, tenía el corazón y la garganta encogidos. Me giré bruscamente y, apretando los libros con fuerza, empecé a andar en busca de un recodo en el que ocultarme. No quería darle la satisfacción de verme llorar “Idiota ¡Idiota! ¡¡¡IDIOTA!!!”.

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Me pase un día entero encerrada en mi habitación, llorando abrazada a la almohada (Madre mía ¡Era una niña!tenía 15 años) me sentía tan tonta, había hecho el ridículo “¿Quien se va a fijar en una rata de laboratorio como yo?”

Mi consuelo, como siempre, fueron los libros. Se aproximaba el fin de curso y mi licenciatura, no podía permitirme el lujo de flaquear en el último momento. Afortunadamente coincidió con la suspensión de clases por los exámenes, no habría sido capaz de enfrentarme a la gente y mucho menos a volver a cruzarme con él. Aunque, que yo sepa, no volvió.
Pero tenía un problema más: el trabajo de anatomía. Decidí hacerlo por mi parte y fingir, de cara al profesor, que Virgil había participado, aunque para que fuera creíble... sería conveniente que lo entregara él o por lo menos que se lo leyera. Por si las moscas.

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No me quedó mas remedio que acudir a su casa para entregarle una copia. No fue difícil encontrar la consulta del doctor Valmont, su padre. Estaba en un barrio de clase media, un lugar alegre y bullicioso, casi bonito, me hubiera entretenido paseando por esas calles si no hubiera sido por que estaba al borde del desmayo por culpa de los nervios. En la puerta un cartel artesanal con el nombre y el título, inspiré y llamé a la campanita.
Abrió la puerta una mujer madura, aún hermosa, alta, de cabello oscuro rojizo y gafas de sol. Sin duda su madre. El corazón me dio un vuelco.
-Buenos días jovencita ¿Que deseas?-
-S, s... soy Lilian Anderson, co...compañera de clase de su hijo- el gesto de la señora fue de preocupación, yo proseguí con mi discurso, lo había ensayado mentalemente millones de veces -Teníamos que hacer un trabajo juntos y...bueno, como se ha ausentado tanto tiempo...me he encargado yo de hacerlo ¿Sería tan amable de entregarle esta copia? Que...que se lo lea, por si el profesor pregunta-
Mis manos temblaban exageradamente cuando le di el manuscrito. Su rostro se dulcificó, entendió el esfuerzo que estaba realizando
-¿Quieres... pasar y tomar algo?- agité la cabeza en signo de negación, solo quería salir huyendo de allí, esconderme en mi vestido como una tortuga
-Esto...Virgil... ¿Está bien?- ella asintió a medias, parecía no saber muy bien que decir, la pregunta le había incomodado pero rápidamente disimuló cambiando de tema -¿Quieres que le diga algo de tu parte?- Sonreí tontamente, pensé en mil recados para dar pero...una sombra interior me hizo bajar la cabeza y balbucir -Déjelo. No creo que se acuerde de mi... Yo solo...espero que se mejore. Disculpe las molestias- no era capaz de mirarla a la cara, estaba terriblemente avergonzada (no se muy bien por que) ,hice un gesto de despedida y comencé a andar cuando a lo lejos escuché la voz de la señora Valmont -¡Gracias Lilian!- apreté los puños y salí corriendo para no volver a verlos nunca más.

lunes, 7 de diciembre de 2009

EL TRUEQUE (Lil Anderson intro)

Lil Anderson, licenciada en Ciencias por la universidad de Lucrecio, agente de Wissenschaft al servicio de su alteza el principe Lucanor Giovanni. Especialista en armas de fuego y destinada a misiones de escolta.

Aparentemente estos datos no cuentan nada sobre mi, pero tras cada uno se encuentra un verdadero torrente de información. Solo hay que “saber leer”.

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La muerte y yo siempre hemos sido compañeras de viaje, A veces pienso que quiso prepararme para la vida que me tocaría vivir, que extraña paradoja.
Nací el último día del año y de la existencia de mi madre, tal comienzo ya fue todo un anuncio. A pesar de las tristes circunstancias el destino siempre se ha ocupado de mí y ,en esa ocasión, me puso en manos de mi abuela Anna Crown, que vivía en "los suburbios de Neustadt".
Una vez le pregunté acerca de mi padre, pero dijo que nunca llegó a conocerle, no sería hasta la universidad cuando conocería su nombre.

Ella se ocupó de darme una cuidada educación en lo que a conocimientos y sobre todo ciencia se refiere (Como una mujer tan sabia había acabado en semejante lugar siempre fue un misterio para mi). Sin embargo socialmente he de reconocer que soy un fracaso, no me dejó tener mucho contacto con el mundo exterior; aunque tampoco se puede echar de menos lo que no se conoce y no recuerdo haberme aburrido nunca con esa vieja...
Cada noche estimulaba mi imaginación con relatos de héroes y hazañas épicas, yo soñaba con vivir mis propias aventuras llenas de grandes sentimientos y gestos admirables pero era una niña de complexión débil y bastante torpe, mi fuerte era mi intelecto, siempre quería aprender más.

A los 12 años ella murió. Un ataque al corazón se la llevó igual que se pone el sol en mitad del silencio, como si nada. Ignoro qué edad tendría, ya era muy mayor cuando me adoptó y siempre que le preguntaba evitaba responderme con zalamería - Esas cosas no se preguntan, jovencita.-. Creo que, de algún modo, echo de menos aquella sonrisa...

Curiosamente todo se resolvió con una inquietante naturalidad. Nadie fue al entierro. No fue hasta que me vi desamparada, en aquella solitaria casa, acurrucada en la mecedora donde me contaba historias junto al brasero, que me derrumbé. Estaba llorando desconsoladamente cuando alguien llamó a la puerta. Era un hombre joven, muy guapo y bien vestido:
-¿La Srta. Lilian Anderson? - preguntó con semblante tranquilo.

- S...sí, soy yo... - respondí con un hilo de voz mientras me secaba las lágrimas
- ¿Quién es usted? - añadí con tono algo más firme.

-Disculpe no me he presentado, soy Adrian Lacroix, trabajo en la Gran Universidad de Lucrecio.- dijo con serenidad -Mis condolencias por la reciente pérdida-
¿Que hacía un hombre tan bien parecido y educado en un barrio como el mio? Estaba desconcertada
-Mmmm, gracias...- respondí automaticamente con extrañeza. -... pero no creo que haya venido hasta aquí solo para decirme eso...¿Me equivoco?-

-En efecto, Srta. Su abuela mandó una carta a la Universidad pidiendo una beca para su joven nieta, usted; alegando que sus conocimientos científicos están a la altura de tal privilegio.- dijo sin casi inmutarse - Dado que no tenemos pruebas de su talento, estoy aquí para someterla a examen - añadió.

Desde luego la delicadeza no era el fuerte de tan insigne institución pero...ya que se supone que la universidad te prepara para la vida...1ª lección: La vida sigue, te guste o no.

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Entré directamente al 3er curso de la carrera de Ciencias. La universidad se hizo cargo de mí proporcionándome una beca y alojamiento en el campus. No me faltó de nada, al menos nada material.

Eran muchos los defectos que me impedían relacionarme con mis compañeros. El hecho de ser terriblemente introvertida y hablar con una franqueza demoledora se sumaba al recelo que sentían los demás hacia una estudiante tan joven y capacitada. Tan solo intenté un tímido acercamiento con un compañero, la llamada de las hormonas, pero creo que no supe hacerlo bien, además algo raro sucedió y perdí el contacto con él. Extrañamente le recuerdo como si fuera ayer, siempre con gafas de sol y una sonrisa preciosa.
Durante los siguientes 3 años fui disciplinada y constante. Mis clases favoritas eran las del príncipe Lucanor ,independientemente de la materia, (me fascinaban su inteligencia y clarividencia) y las del profesor Loctus Khan Schwarzwald, un hombre extraordinariamente interesante, cuyas teorías le habrían valido la hoguera según la Inquisición.

Pese a ser áspero e intolerante, se quejaba a menudo de nuestra mediocridad, comenzó a darme un trato preferente. Tanto es así que el mismo día de mi graduación se me acercó y me ofreció ser su ayudante personal en sus investigaciones. Yo, la niña pobre rechazada por todos, mano derecha del doctor Swartzwald!!!! Acepté sin dudar. Así, a la edad de 15 años, me convertí en una de las investigadoras más jóvenes de la Universidad.

Al año el doctor me reveló el destino de todas nuestras investigaciones entorno al “Proceso”; una organización secreta liderada por el príncipe llamada Wissenschaft. Y comprendí, eso me hizo sentir especial y tremendamente orgullosa de mi labor.

El doctor no solo fue un gran maestro para mí también, a su manera, una admirable figura paterna. No podía evitar ser estricto y metódico en todos los aspectos de su vida pero también era cercano y confiaba sinceramente en mí, en la medida que su código de conducta se lo permitía. Hablábamos mucho, horas y horas de todo tipo de temas. De anhelos, inquietudes...
También me habló de sus investigaciones sobre las Logias Perdidas y del extinto imperio de Sólomon, que por nuestra sangre corría el legado de dicho imperio. Me interesé tanto por el tema que analicé mi propia sangre en busca de algo y lo encontré.
Tres años duró esta feliz etapa.

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Toda mi vida era ese laboratorio, tenía acceso libre a el a cualquier hora. Nunca se sabía cuando podías exclamar “¡Eureka!”, a mi generalmente las mejores ideas se me ocurrían por la noche. Quizás fuera un mecanismo de autoengaño para no ser consciente de la absoluta soledad en la que vivía, no lo sé ¿Donde habían quedado todos esos sueños de aventura?
Precisamente una de esas noches en las que no podía dormir bajé para analizar unas muestras de sangre de varios sujetos susceptibles de investigación .Buscaba la tranquilidad de los tubos de ensayo y encontré...el miedo.

El doctor preso de una ira infernal destrozaba todo a su paso, las mesas volaban, reía a carcajadas arruinando muestras y aparatos por igual con una fuerza aterradora.

-¡¡¡Profesor!!!- grité asustada - ¡¿Qué hac...-?! Argh..

La boca se me inundó de un desagradable sabor metálico mientras volaba hacia la pared del otro lado. Sentir como un pedazo retorcido de máquina me atravesaba no fue tan doloroso como el choque contra el muro.
Los estertores eran insufribles, temblaba espasmódicamente mientras notaba como se me adormecía el cuerpo y la sangre fluía libremente, caliente...no podia respirar... la vista se me nublaba. Entonces le ví, de pie frente a mí.

- P...of...sor - balbuceé.

Pude entrever en su rostro una sonrisa conocida, algo en mí despertaba su interés...

- Lil...¿Qué es lo que más deseas?...Oh sí, ¿cómo olvidarlo?

Aquellas palabras se fueron apagando en mi cabeza. Dejé de escuchar el pitido de las neuronas y todo acabó

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El frio del agua me despertó de golpe, por un breve instante me costó acomodar la vista, tenía la luz de frente.
Me ví en camisón atada a un sillón de pies, manos y cuello con correas y empapada. Delante de mí se recortaban dos siluetas; una era un hombre de aspecto sombrío armado con una katana, y la otra una mujer de mediana edad con el pelo platino, su mirada era gélida...

- Por fín, te despiertas...- dijo el hombre - voy a hacerte unas cuantas preguntas sobre lo ocurrido en el laboratorio, y me las vas a responder sin rechistar.

Respondí a sus preguntas como buenamente pude, pero había demasiadas lagunas en mi mente, tal vez aún estaba en estado de shock. Eso no le gustó.

- Esta cría oculta algo... creo que tendré que ponerme serio.- dijo mientras sacaba un bisturí aproximándose a mí.

- No te acerques a mí - dije asustada, mientras él venía.

En el momento en el que acercaba el cuchillo a mi cara grité:

- ¡Que no me toques!

Se escuchó el silvido del aire cortante y al instante la sangre me baño mientras el hombre, con los ojos desencajados, se desplomaba.

La mujer ni se inmutó, descruzó los brazos y comenzó a caminar en mi dirección cuando derrepente la puerta se abrió con lentitud. La mujer se puso firme e hizo una reverencia, de la puerta surgió una imponente figura que me era muy familiar, el príncipe.

- ¿Ha sido ella? - preguntó mirando el cadaver del hombre.

- Lo... lo siento - musité.

-Sí, señor- respondió la mujer en todo militar.

El príncipe, sin mas expresión que su natural elegancia, me miró durante un par de segundos y dijo a la mujer:

- Alessa, quiero que la tomes a tu cargo. Enséñale lo que sea capaz de aprender. Ya llegará el tiempo de las preguntas – giró la vista hacia mí y continuó- Ahora eres una agente. Te queda prohibida la entrada a cualquier laboratorio hasta nueva orden ¿Queda claro? -

El tono fue aterciopeladamente tajante, sin lugar para réplicas – S...sí, señor – imitando el tono de la que desde ahora sería mi maestra.

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Alessa Raincross fue implacable conmigo. Ni descanso, ni explicaciones, en su lugar una habitación pelada y ropa cómoda para entrenar.
Pero algo había cambiado en mi interior, manejaba las armas con una habilidad pasmosa y me desenvolvía en combate con suma facilidad. Dentro de mí ardía un fuego inagotable, le faltaban horas al día para acabar con tanta energía, estaba ávida de técnicas y retos, quería superarme a mi misma, hacer lo que no había hecho nunca.
En el espejo el reflejo era el mismo pero yo no era la misma.
Me solté el pelo, me maquillé y decidí ponerme el mundo por montera. Cumpliría mis sueños, me convertiría en la agente perfecta, ayudaría al príncipe a alcanzar su sueño y sería recordada por ello.

No se que me hiciste aquella noche profesor... pero gracias.